El rechazo duele, literalmente

El rechazo activa los mismos circuitos en el cerebro que el dolor físico. Así que no, no estás loco, no te lo inventaste, no exageras… para tu cerebro, la experiencia de no sentirte querido o aceptado, literalmente, duele. 

Varios estudios muestran que el dolor físico y los sentimientos intensos de rechazo afectivo producen el mismo “dolor” al activar las mismas regiones cerebrales: la corteza somatosensorial secundaria y la ínsula posterior dorsal.

En un estudio, los investigadores reclutaron a 40 personas que habían pasado por una ruptura amorosa en los pasados seis meses y que indicaron que, al pensar en esta experiencia, se sentían profundamente rechazados. Les pusieron dos tipos de tareas, una relacionada a experimentar un dolor físico pero tolerable (sostener una tasa de café muy caliente) y la segunda, visualizar una foto de su ex pareja mientras pensaban sobre cómo se sintieron cuando rompieron o una foto de un ser querido mientras pensaban sobre una reciente experiencia positiva que les había sucedido con esta persona (con el fin de identificar si se activaban zonas diferentes en el recordar experiencias positivas vs negativas). Los participantes realizaron todas las tareas mientras pasaban por escáneres de imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf), centrándose en todo el cerebro y en regiones identificadas en anteriores estudios sobre el dolor físico. Compararon los resultados con los de una base de datos de más 500 estudios previos de IRMf sobre las respuestas cerebrales al dolor físico, las emociones, la memoria y activación de la atención, y descubrieron que “los sentimientos que inducían de forma poderosa el rechazo, activan regiones del cerebro que están implicadas en la sensación del dolor físico, que rara vez están activadas en estudios de neuroimagen sobre la emoción. Estos descubrimientos son consistentes con la idea de que la experiencia de rechazo o la pérdida socio-afectiva de forma más general, podría representar una experiencia emocional distinta que se asocia de forma única con el dolor físico” dice Ethan Kross. .
.
Entonces, seamos un poco compasivos con nosotros mismos, cómo no nos va a doler perder a alguien o no sentirnos queridos, cuando nuestro mismo cerebro reacciona biológicamente ante ello. Es normal. Nuestra misión no es que no nos duela, es permitir esa experiencia, dejarla estar y encontrar la manera de resignificarla.